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Retrato de Evan S. Connell por Eve Crane, aparecido en la contraportada de la novela Mr. Bridge |
Evan S. Connell (1924-2013) fue un escritor estadounidense, autor de un puñado de novelas —algunas de ellas adaptadas al cine—, varias recopilaciones de relatos breves, una serie de ensayos históricos —entre los cuales se cuenta una biografía sobre Goya— y dos libros de poesía. El segundo de ellos, Points for a Compass Rose (Puntos para una rosa de los vientos), es considerado por el propio autor —y por la mayoría de la crítica— su obra cumbre.
Como dice Eduardo Moga en su prólogo a la edición bilingüe editada por Godall Edicions «esta obra constituye (...) un viaje por la historia y el conocimiento humanos; sobre todo por la crueldad y estupidez del hombre». Una auténtica historia universal de la infamia desde el origen de los tiempos a la guerra de Vietnam, en pleno apogeo en la época en que se publicó el libro (1974).
A mí, la obra me ha sorprendido y admirado. La enorme erudición, el conocimiento de culturas de diversos continentes y diversas épocas —entre ellas la española, pero también la precolombina, la clásica greco-romana, la europea—, las incursiones en la ciencia y la filosofía son deslumbrantes. Pero me ha fascinado sobre todo por el tono, por la profunda empatía que siente por el ser humano, por el desprecio de la violencia y la muerte, por su multiplicidad de voces. Un libro para volver a él una y otra vez.
En la obra, un gran número de narradores se dirigen directamente al lector, para contarle historias, para interpelarlo, para aconsejarlo.
Uno de esos narradores recurre al ajedrez como metáfora:
Mira. Los colores del tablero de ajedrez representannuestra doble condición: la Vida y la Muerte.Las piezas, por su parte, simbolizan los hombres de este mundo,que nacen iguales, ocupan diferentes puestos,ostentan títulos diversos, luchan entre sí y, por fin,se enfrentan a un mismo destino, que los iguala a todos.
A continuación, describe brevemente los movimientos de las piezas y, a la manera de Jacobo de Cessolis y su ajedrez moralizado, ofrece una analogía de estas con las dignidades de la época —de las que de momento nos conviene recordar la que dice que «los peones son los pobres»— y brinda al lector un consejo:
Juega con precaución, amigo mío: tu oponente es sutil.Piensa bien antes de mover, porque está en juegotu alma inmortal.
Y justo en este punto, como dos versos, aparecen, en notación descriptiva inglesa, los dos primeros movimientos de una partida de ajedrez:
P-K4P-K3
En notación descriptiva española sería P4R P3R, o e4 e6 en la moderna notación algebraica. Podría ser el comienzo de una defensa francesa, aunque terminó siendo un ataque indio de rey.
Inmediatamente después de los dos versos/jugadas, Connell cuenta dos historias relacionadas con el ajedrez:
En la primera habla de la importancia del ajedrez en la autorización regia para la primera expedición de Cristóbal Colón a América.
Según una anécdota atribuida al cronista de los Reyes Católicos, Hernando de Pulgar, el rey Fernando estaba de muy mal humor cuando Colón compareció ante él, porque estaba a punto de perder una partida de ajedrez contra un cortesano. El propio Hernando, por medio de la reina Isabel, le indicó solapadamente una jugada que le permitiría ganar la partida. El contento del rey fue tal que autorizó el viaje de Colón. El poeta concluye:
(...) Nunca debemos,pues, despreciar los golpes del azar:aunque parezcan insignificantes, a veces son transcendentales.
Lo que puede aplicarse perfectamente a los ajedrecistas.
La segunda narra la leyenda de la invención del ajedrez por Sissa y su posterior demanda de una recompensa por el trabajo realizado. Connell remata la anécdota con otro consejo que también podrían hacer suyo los ajedrecistas:
Quizá te den igual estas historias, pero a mí no;siempre presto atención a lo que pueda instruirme.
A partir de este momento, cada cierto tiempo, aparecen dos nuevos versos/jugadas. La partida se puede ir reconstruyendo poco a poco sin dificultades (la transcribimos en algebraico moderno con figuritas y sin numeración de jugadas, como en el texto original):
e4 e6
d3 d5
♘d2 c5
g3 ♞c6
♗g2 ♞f6
♘gf3 ♝e7
En este punto, el poeta ha omitido dos versos. Por supuesto, ambos bandos han tenido que enrocarse para poder mover las torres hacia el centro del tablero.
Los versos que faltan son O-O y O-O.
♖e1 ♛c7
e5 ♞d7
♕e2 b5
h4 a5
♘f1 ♝a6
♗f4 ♜fc8
♘e3 ♛d8
♖ac1 b4
c4 bc3
Una rápida investigación en las bases de datos nos revela que Connell ha seguido una partida disputada entre el polaco Jacek Bednarski (1939-2008) y el ruso Vladimir Doroshkevich (1937-2005), celebrada en la localidad polaca de Polanica-Zdrój en 1971. Los versos/jugadas se interrumpen después de la jugada 16 de las negras, que supone el primer cambio de piezas de la partida. Este hecho no carece de importancia, según intentaremos demostrar más adelante.
Antes, veamos el desarrollo de la partida:
Además, salpicadas a lo largo del poema, podemos encontrar otras referencias a tópicos artedrecísticos, como el enfrentamiento con la Muerte, en estos versos que se encuentran justo antes de ♘d2 c5:
No, espera. Escucha. Lo he pensado muchoy he decidido contarte la verdad.He desafiado a la Muerte a una partida de ajedrez,porque se llevó a Elizabeth, mi mujer,y soy el indestructible adversario de la Muerte.La supero con estratagemas diversas,pero, de vez en cuando, sus dedos, provocativos,me rozan los labios. Trago saliva y toso,y me siento obligado a mover.
O esta misteriosa alusión a la cantidad de jugadas que dos adversarios son capaces de anticipar, que se halla antes de las jugadas e5 ♞d7:
El Grande es capaz de calcular diez movimientospor adelantado, dijo. La visión de Próximo es menor.¿Te apetece jugar?
Evan S. Connell fue un hombre solitario. No se casó, no frecuentaba los cenáculos literarios y murió solo, en una residencia de ancianos, donde creían que era mudo.
Sí se sabe que frecuentaba el No Name Bar (el bar sin nombre) en Sausalito, donde vivió un tiempo, para jugar al ajedrez, como puede verse en la foto de Eve Crane que hemos reproducido al principio de esta nota.
Steve Paul, que ha escrito una biografía de Connell, nos dice que el poeta norteamericano no habló en ninguna entrevista o escrito sobre el significado del ajedrez en su obra. Así que solo contamos con la obra en sí para intentar entender su sentido.
Las historias narradas en el poema y la partida elegida como referente nos indican claramente que el interés de Connell por el ajedrez iba más allá de matar el tiempo en un café. Lo primero no sorprende, el libro entero es una exhibición de erudición apabullante. No es de extrañar, por tanto, que, si al autor le justaba jugar al ajedrez, se haya interesado por sus orígenes y por su simbología tradicional.
El poder igualador de la muerte, por ejemplo, —que hemos tratado aquí o aquí—. O el enfrentamiento contra la Muerte —que hemos visto con distintos significados en el cine, en el cómic o en la pintura (aquí y aquí) o la fotografía— son algunos de los elementos que menciona.
Más clarificadora, pensamos, es la elección de la partida. El libro fue publicado en 1974, aunque presumimos que tuvo un largo tiempo de gestación. En esa fecha, Rober James «Bobby» Fischer ya se había coronado campeón del mundo y sus partidas habían sido ampliamente publicadas en toda la prensa internacional y, sobre todo, en la de los Estados Unidos. La elección de una partida disputada entre dos maestros semidesconocidos puede obedecer al deseo de que esta no fuera fácilmente reconocible (aunque no parece fácil que los lectores de poesía pudieran descubrir una partida solo por la notación descriptiva) y, sobre todo, por la partida en sí.
Veamos.
Una característica de esta partida es que el primer cambio de piezas ocurre con el juego muy avanzado. Sucede en la jugada dieciséis y es un cambio de peón. Si recordamos los versos en los que nos presentaba el ajedrez como símbolo de la vida y la muerte, el poeta afirmaba que, en el tablero del mundo, los peones eran los pobres. Y los pobres mueren primero. Y mueren más.
Las dos últimas jugadas transcritas de la partida son c4 bc3 —la primera captura de la partida— y los versos que las siguen dicen:
Mira, yo tenía dos hijos. A uno lo mataron en Asia;el otro se ha vuelto loco. Los veo como piezasde un juego inmisericorde y de increíble complejidadque juegan, en su mayor parte, compañías de infantesexpulsados del tablero por caballeros, obisposy otros poderosos adversarios, supervisados,desde lejos por un amurallado y aterrorizado rey.
Dime, ¿tenían alguna oportunidad?
La intención parece clara. Después de dieciséis jugadas las blancas, que simbolizarían la vida, pierden la primera pieza: un peón, un pobre, el hijo de uno de los narradores. La partida refuerza la pregunta que ya se nos ha planteado en el libro: «¿Es la violencia la penumbra natural del Hombre?».
La Vida pierde ante la Muerte. Los peones caen primero.
Sin embargo, debemos anotar, las blancas terminan ganando la partida, aunque la resolución de la partida quede fuera del poema. Pero, como nos dice el verso final, «cetera desunt», el resto se ha perdido. La Historia no ha terminado.
FICHA TÉCNICA
EVAN S. CONNELL
PUNTOS PARA UNA ROSA DE LOS VIENTOS
GODALL EDICIONS. BARCELONA, 2020
TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EDUARDO MOGA
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