Curioseando en la web del escritor español Enrique Vila-Matas descubrí un apartado llamado La vida de los otros, en el que se reúnen escritos que hablaban de la obra de Vila-Matas y que ha terminado siendo una ventana a la vida literaria de los otros. Allí encontré este feliz texto del argentino Hernando Quagliardi. Estaba Quagliardi reseñando la novela de Vila-Matas Esta bruma insensata cuando...
Una tram(p)a para Vila-Matas
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Más tarde descabalé mi biblioteca. Tarea ingrata como la de limpiar el guardarropas de un pobre —no lo rigen las modas, todo se hace necesario— y se me vivieron encima unos cuantos libros de ajedrez. Como seguía lloviendo y no tenía ganas de escribir, entré a jugar por internet. El resultado fue aún más frustrante: perdí todas las partidas muy rápido. Mi nivel de aficionado se desplomó soberanamente, lo que me obligó a reconocer que nunca había aprendido a jugar bien al ajedrez, salvo cuando imitaba a algún gran maestro (Capablanca por caso) y me acordé de Philip Marlowe, que en medio de una investigación consultaba su librito de partidas. Es muy difícil inventar en el aire las continuidades de una batalla ajedrecística real (el ajedrez lo mismo que el tango necesita del otro), así que si no me engaño, Marlowe no jugaba sino que reproducía partidas famosas. Muy bien, dije, estresado de tanto perder con desconocidos rivales virtuales, voy a tener que regresar a la escritura.
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Un día de esos dejó de llover. Volví a colocar los libros en la biblioteca buscando el sitio más lejano para los de ajedrez, un estante bajo, trabado por un mueble, inaccesible.
El texto íntegro se publicó en Página|12 el 31 de octubre de 2019.
Acompaña al texto un cuadro de Manuel Dominguez (1954) un artista español de estilo figurativo en cuya producción hay varios ejemplos de tema ajedrecístico. La obra es de 2012.
Gracias por su lectura colega! Ha empezado a hacer calor aquí y me desvelo. A veces con alegría. Gracias a usted.
ResponderEliminarUn placer, amigo Hernando.
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