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lunes, 26 de abril de 2021

MEMORIAS TRISTES DE LA TORRE AZUL


Hija de rey, esposa de conde, mimada por la vida, Leonora Christina de Schleswig-Holstein, condesa de Ulfeldt (1621-1698) vio su existencia truncada cuando su marido, Corfitz Ulfeldt, quien detentaba un cargo asimilable al de primer ministro, fue acusado de conspirar contra la monarquía. Una monarquía absoluta, encarnada en la persona de Federico III, hermanastro de la condesa, que admitía pocas bromas sobre los fundamentos de su poder.

Leonora Christina había recibido una esmerada educación: historia, pintura, idiomas (latín, francés, alemán; y ya de adulta: italiano, español, inglés y holandés), música... y luego cosas como bordado y costura. Y fue una persona muy influyente en la corte

Fugitivos de la justicia del rey, emprendieron una rocambolesca huida por varios países en la que, entre otras peripecias, la condesa tuvo que disfrazarse de hombre para escapar a uña de caballo de sus perseguidores, abrirse paso con las armas en la mano y trenzar una cuerda con las sábanas de su camastro, una vez que fueron detenidos e internados en el calabozo de un castillo, para descolgarse desde una ventana, salvar el foso, y escabullirse una vez más.

Capturada por fin, no así su marido que escapó, fue internada en la torre azul del castillo de Copenhague. Allí padeció la animadversión del rey y de su esposa, Sofía Amelia. La pretensión de los monarcas era que declarara en contra de su marido y que admitiese estar al tanto de la conspiración. No lo lograron. Veintiún años, nueve meses y once días aguantó sin delatar a su marido ni autoinculparse de delito alguno. Y eso que la presión fue feroz. Los primeros años de su cautiverio estuvo privada de todo. No podía tener libros, no podía tener recado de escribir, no podía tener útiles de costura. Las promesas de libertad, si traicionaba a su marido, corrieron el mismo destino que las amenazas. Leonora Christina se mantuvo fiel incluso después de que su marido hubiera muerto.

Tenía por única compañía a una serie de mujeres, que iban cambiando cada poco tiempo, muy predispuestas en su contra y que eran realmente espías que registraban todo cuanto decía para informar a los reyes. Los alcaides de la prisión se dedicaron también a hacerle la vida imposible y, al menos, uno de ellos intentó violarla en una ocasión.

La condesa sobrevivió a sus penurias de la mano de la religión y de la literatura. Recogía en una cuchara el hollín de las velas para fabricar tinta y empleaba los papeles de envoltorio que caían en sus manos. Como el calabozo que ocupaba estaba infestado de chinches y otros insectos, Christina se dedicó a estudiar sus comportamientos. Escribió cartas a sus hijos, salmos, poesía, una serie de biografías de mujeres notables de la historia y, sobre todo, la memoria de sus prisiones. Hoy día es un clásico de las letras danesas del siglo XVII.

La muerte del rey en 1670 suavizó algo su cautiverio. Su sucesor, Cristian V, se mostraba partidario del perdón. Se le permitió tener cosas, recibir visitas y se le concedió una pequeña asignación que gastaba fundamentalmente en libros. Sin embargo, hasta la muerte de la madre del rey en 1685, no pudo ser liberada. Todavía vivió 13 años, que dedicó a completar su obra literaria.

Con esta vida, no es extraño que su figura haya cautivado a escritores y artistas. Entre ellos el principal fue Kristian Zahrtmann (1843-1917), un pintor de la época del Realismo que destinó a la pintura de historia gran parte de su producción. 

Las memorias de Leonora Christina no se publicaron hasta 1869, 171 años después de su muerte, y Zahrtmann recibió un ejemplar como regalo de cumpleaños. Quedó fascinado por la lectura del libro y emprendió una serie de dieciocho grandes óleos realizados entre 1871 y 1916 reflejando episodios de su vida.

Probablemente el último de la serie es este Leonora Christina y el doctor Otto Sperling jugando al ajedrez. Otto Sperling compartió dieciocho años de cautiverio con Leonora Christina, acusado de participar en la misma conspiración que ella, es considerado hoy en día un precursor de lo que se conoce como ciencias de la tierra. También escribió sus memorias en la torre azul.


FICHAS TÉCNICAS

PEDER HENRIK KRISTIAN ZAHRTMANN
LEONORA CHRISTINA OG DOKTOR OTTO SPERLING VED SKAKSPILLET (1916)
LEONORA CHRISTINA Y EL DR. SPERLING JUGANDO AL AJEDREZ
ÓLEO SOBRE LIENZO. 67 x 82 cm.
COLECCIÓN PARTICULAR

LEONORA CHRISTINA
MEMORIAS TRISTES DE LA TORRE AZUL
FUNAMBULISTA. MADRID, 2021
TRADUCCIÓN DE JORGE SIMÓN IZQUIERDO DÍAZ



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