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domingo, 7 de marzo de 2021

TABLAS POR SEGUNDOS DE ICCHOKAS MERAS

Y en la misteriosa quietud de la noche había gente, lámparas de carburo, una pequeña mesa de ajedrez y piezas, algunas piezas muertas y dos vivas: Isaac Lipman y Adolf Schoger.

Las piezas muertas no eran más que un trozo de madera.

Pero las vivas eran luchadores.

Cubierta de una edición alemana
Tablas por segundos
El diagrama reproduce un momento de la Inmortal

El sorteo ritual del color, escondiendo un peón de cada bando en las manos cerradas, es la primera escena de la novela corta Tablas por segundos, del escritor lituano Icchokas Meras y de la que ya hemos hablado aquí hace mucho tiempo.

La partida que se va a disputar es a vida o muerte.

Probablemente, esta novela inaugura un subgénero que ha tenido cierta aceptación entre los escritores interesados en el ajedrez como tema literario, al menos yo no conozco ninguna anterior. Hablamos de novelas ambientada en la II Guerra Mundial en la que la vida de los prisioneros judíos se dirime en una partida de ajedrez. La variante Lünenberg, de Paolo Maurensig, o El jugador de ajedrez, de Julio Castedo, han seguido después esa senda. 

Pero Tablas por segundos es anterior; y probablemente, mejor. Seguramente porque Meras conoció el Holocausto de primera mano. Icchokas salvó la vida por casualidad a los siete años, en el último momento, al pie de una zanja donde sus padres ya habían sido asesinados. Pasó la guerra escondido entre los seis hijos de una familia campesina que lo acogió. Al terminar el conflicto, Lituania era soviética y Meras quería ser escritor. Lo logró. Sus escritos no acabaron de gustar y terminó exilándose en Israel.

Isaac Lipman, el protagonista de la novela, apenas un adolescente y uno de los siete hijos de Abraham Lipman, juega al ajedrez contra Schoger, el comandante del gueto de Vilna, en Lituania. 
—¿Tú eres Lipman, el que juega al ajedrez?
—Sí, soy yo.
—¿Juegas con Schoger? 
—Sí.
—Me lo imaginaba —dice Janek—. ¿Y por qué juegas con él?
—Porque me lo manda.
—¿Sólo por eso?
—No. Así le obligo a rendirse.
—¿Nunca ha ganado?
—No.
—¿Y nunca ha hecho tablas?
—No.
—Sé que eres un buen chico, Isia.
—¿Yo?
—Sí. Pero de todas formas debo hablar contigo.
—No me gusta hablar del ajedrez —me excuso—. Puedo encerrarme y jugar contra mí mismo. También puedo obligar a Schoger a rendirse. Pero cada vez me resulta más difícil. Antes era fácil. Ahora siempre tengo miedo de perder. Por eso no quiero hablar.

Schoger quiere derrotar como sea a Lipman. Se trata de una persona libre frente a un prisionero, de un hombre frente a un chiquillo, de un ario frente a un judío. Por supuesto, ni ser libre ni ser adulto ni ser ario garantizan la excelencia ajedrecística. Pero una ideología que defiende el racismo y la superioridad de unos sobre otros casa mal con aceptar las derrotas con deportividad, sobre todo si vienen de manos de los considerados inferiores.

El comandante nazi impone una terrible condición. Todos los niños del gueto están a punto de ser deportados. No hace falta explicar a dónde. Si Lipman gana la próxima partida, los niños se salvarán, pero él perderá la vida. Si pierde, se salvará. Pero los niños serán deportados y, probablemente, morirán.

Para que Lipman tenga difícil entregar su vida por la de los niños, ni siquiera el heroísmo está permitido, Schoger deja claro que Ester, a quien Lipman ama con la pasión que solo los adolescentes conocen, correrá la misma suerte que él. Morirá si él muere, se salvará si él se salva.

Un error a la hora de establecer las condiciones del duelo deja un agujero para la esperanza: las tablas. Si hay tablas todo quedará como está. Lipman tiene que intentar conseguir las tablas. Pero todo jugador sabe que jugar a tablas conlleva sus riesgos. ¿Qué hará Lipman?

En medio del horror del gueto todavía queda espacio para la poesía, aunque sea mediante la imaginación, poesía que viene simbolizada por las flores. Porque «¿quién puede prohibir las flores?». En medio de la tragedia, en medio de la degradación, en medio de la inmoralidad y la vileza aún queda espacio para la dignidad y el amor. Tablas por segundos nos muestra estas cosas mediante una narración de alta intensidad emocional que progresa de forma fragmentada, contando a través de los siete hijos de Abraham Lipman, la historia de una época y un puñado de seres humanos.

Una curiosidad, cómo se ha traducido el título a diferentes lenguas. 

El original lituano es Lygiosios trunka akimirką, algo así como Las tablas solo duran un instante; en alemán se tradujo como Remis für Sekunden (Tablas por segundos); en español se ha traducido, siguiendo el alemán, como Tablas por segundos, en España, y por Jaque perpetuo, en Argentina; en Francia La partie n'est jamais nulle (La partida nunca es tablas); en Israel תיקו עם המוות (Tablas con la muerte); en italiano (Scacco perpetuo); en turco Zafer bizim olacak (La victoria será nuestra) y en inglés Stalemate (Tablas) A Stalemate Lasts But a Moment, el más parecido al original.

Cubierta de una edición argentina de los años 70
Se tradujo por Jaque perpetuo

Cubierta de una edición francesa
El título sería más o menos La partida nunca es tablas

Cubierta de una edición israelí en hebreo
La traducción sería Tablas con la muerte

Cubierta de una edición norteamericana
La traducción del título sería Ahogado

Cubierta de una edición española
Tablas por segundos, al igual que en alemán

Cubierta de una edición turca
La victoria será nuestra

Cubierta de una edición lituana
Las tablas solo duran un instante

Quiero dar las gracias al GM Arthur Kogan, quien me ayudó con la traducción del hebreo y algunas portadas, y al MF Eduardo Serrano, que hizo lo propio con el lituano.

FICHA TÉCNICA
ICCHOKAS MERAS
TABLAS POR SEGUNDOS (1963)
RBA. BARCELONA, 2004
TRADUCCIÓN DE MACARENA GONZÁLEZ

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