Una nueva visita a la Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón, aprovechando que estábamos jugando el V Open Internacional del Grupo Cultural Covadonga, nos deparó una agradable sorpresa, esta vez relacionada con la vida del pintor.
De Evaristo Valle ya publicamos hace tiempo una nota sobre su obra de 1949 «Los ajedrecistas». Hoy nos vamos a centrar en una olvidada anécdota que hemos recuperado de su autobiografía y que resumimos a continuación.
Estando en París, a principios del siglo XX, recibió Evaristo la visita de un paisano suyo de Gijón al que le había tocado algo de dinero en la lotería y quería gastarlo en el sueño de su vida, que era conocer la capital de Francia. Allí se pegó como una lapa a Evaristo, quien lo paseó por todos los museos y galerías de la ciudad. Remataban las noches en un cafetín de Montmartre donde también se reunía la colonia rusa. Entre ellos, una pareja jugaba incansablemente al ajedrez. Uno era alto y pelirrojo —«roxu» dirían los asturianos—, el otro calvo y de ojos penetrantes. Una noche el pelirrojo faltó a la cita y el calvo buscó rival. Lo encontró en Evaristo Valle y disputaron tres enconadas partidas que terminaron en tablas.
El amigo se quedó sin dinero, regresó a Gijón y pasó el tiempo. Años después llegaron noticias a España de la revolución rusa y los periódicos empezaron a publicar fotos de los líderes revolucionarios. El amigo reconoció inmediatamente a uno de ellos. Era la persona que había jugado al ajedrez con Evaristo Valle en Montmartre: Lenin. Emocionado, se lanzó a proclamar la buena nueva a los cuatro vientos. No hubo local de Gijón, ya fuera casino, café, sidrería o chigre, donde no contara que Evaristo no solo había jugado al ajedrez en París contra Lenin sino que había entablado las tres partidas. Sin enterarse, Evaristo Valle consiguió una popularidad que ni su obra pictórica ni su obra literaria le habían granjeado hasta la fecha.
A su vuelta a Gijón, ignorante de todo el asunto, la gente asaltó en masa a Evaristo para preguntarle cómo era Lenin, de qué habían hablado, qué opinaba de los soviets, etcétera, etcétera, etcétera. Familiares y amigos, periodistas de todos los medios escritos del principado, y hasta alguno de la capital, y meros curiosos le esperaban a la puerta de su casa. Evaristo, que era melancólico, muy solitario y que en determinados momentos de su vida padeció agorafobia, negó la mayor. No había jugado con Lenin, había jugado con un ruso calvo y de ojos penetrantes que jugaba bien al ajedrez, pero no con Lenin. Pero la gente no le creyó. Pensó que la proverbial modestia de Valle le impedía reconocer el hecho. «Cómo es Evaristo —dijeron— siempre haciéndose de menos». Y siguió durante un tiempo siendo un héroe para sus convecinos.
¿La verdad? ¿Quién lo sabe?
MARÍA JOSÉ ACOSTA
LENIN CONTRA VALLE (2019)
LÁPIZ SOBRE PAPEL.
COLECCIÓN PARTICULAR
De Evaristo Valle ya publicamos hace tiempo una nota sobre su obra de 1949 «Los ajedrecistas». Hoy nos vamos a centrar en una olvidada anécdota que hemos recuperado de su autobiografía y que resumimos a continuación.
Estando en París, a principios del siglo XX, recibió Evaristo la visita de un paisano suyo de Gijón al que le había tocado algo de dinero en la lotería y quería gastarlo en el sueño de su vida, que era conocer la capital de Francia. Allí se pegó como una lapa a Evaristo, quien lo paseó por todos los museos y galerías de la ciudad. Remataban las noches en un cafetín de Montmartre donde también se reunía la colonia rusa. Entre ellos, una pareja jugaba incansablemente al ajedrez. Uno era alto y pelirrojo —«roxu» dirían los asturianos—, el otro calvo y de ojos penetrantes. Una noche el pelirrojo faltó a la cita y el calvo buscó rival. Lo encontró en Evaristo Valle y disputaron tres enconadas partidas que terminaron en tablas.
A su vuelta a Gijón, ignorante de todo el asunto, la gente asaltó en masa a Evaristo para preguntarle cómo era Lenin, de qué habían hablado, qué opinaba de los soviets, etcétera, etcétera, etcétera. Familiares y amigos, periodistas de todos los medios escritos del principado, y hasta alguno de la capital, y meros curiosos le esperaban a la puerta de su casa. Evaristo, que era melancólico, muy solitario y que en determinados momentos de su vida padeció agorafobia, negó la mayor. No había jugado con Lenin, había jugado con un ruso calvo y de ojos penetrantes que jugaba bien al ajedrez, pero no con Lenin. Pero la gente no le creyó. Pensó que la proverbial modestia de Valle le impedía reconocer el hecho. «Cómo es Evaristo —dijeron— siempre haciéndose de menos». Y siguió durante un tiempo siendo un héroe para sus convecinos.
¿La verdad? ¿Quién lo sabe?
FICHA TÉCNICA
EVARISTO VALLE
RECUERDOS DE LA VIDA DEL PINTOR
TRAMA EDITORIAL. MADRID, 2000
MARÍA JOSÉ ACOSTA
LENIN CONTRA VALLE (2019)
LÁPIZ SOBRE PAPEL.
COLECCIÓN PARTICULAR
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