El ajedrez es, como se sabe, un juego cruel. Su mayor crueldad reside en que el rey no tiene amigos. Instalado en estrecho territorio, resignado a movimientos mediocres y determinados por otros, el triste monarca está rodeado sólo de vasallos, cortesanos, máquinas de guerra y adversarios. Y una dama demasiado poderosa. La mayor parte del tiempo el rey se limita a observar cómo van cayendo todos, hasta quedar desguarnecido. Rara vez es artífice de una victoria. La derrota, en cambio, le es imputable siempre. Pobre rey de palo. Cuánto daría por tener alguien con quién tomarse un café, echarse un conversadito y, eventualmente, jugar ajedrez.
FICHA TÉCNICA
CARLOS HERRERA
CRUELDAD DEL AJEDREZ
EDICIONES DEL SANTO OFICIO. LIMA, 1999
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