Para Adelaida L. que me recordó esta imagen.
La frase que da título a esta entrada procede de un informe que el fotógrafo norteamericano Cornell Capa presentó ante el comité McKay en 1972. El comité McKay estaba investigando el sangriento motín que en Septiembre de 1971 había estallado en la prisión de Attica en el estado de Nueva York y que, en el transcurso de cuatro días, había costado la vida a 29 presos y 10 funcionarios (la investigación determinó, posteriormente, que 9 de los funcionarios habían sido víctimas del "fuego amigo" que los policías y soldados encargados de reprimir el motín abrieron indiscriminadamente). Los motivos del motín fueron la demanda de unas mejores condiciones de vida en una penitenciaria que, habiéndose construido para alojar a unos 1.000 presos, albergaba en el momento de la revuelta a más de 2.200 internos.
Cornell Capa fue invitado por la comisión a visitar la cárcel de Attica porque pensaron que la mirada de un fotógrafo podía servir de ayuda en la comprensión de las condiciones de vida que desencadenaron el motín. Capa pasó tres días recorriendo las instalaciones y tomando fotos. El resultado fue una colección de veintiséis fotografías que iban acompañadas por un informe en el que reflejaba sus impresiones sobre la visita.
En dicho informe, Capa consideraba que su trabajo como fotógrafo se había centrado en intentar comprender la condición humana y que sus sentimientos como persona y como profesional de la fotografía le impulsaron a tratar de "ver" lo que había dentro de la prisión e intentar que su mirada ayudara en la investigación y que por eso aceptó el encargo.
Capa título uno de sus libros The Concerned Photographer (El fotógrafo comprometido). Con esa frase definía el trabajo de los fotógrafos que veían en su trabajo no un medio de registrar el mundo sino de transformarlo. El fotógrafo comprometido sería: un fotógrafo que se dedica con pasión a realizar un trabajo que contribuya a la comprensión o el bienestar de la humanidad.
Entre las fotos que Capa presentó al comité McKay había varias que mostraban a presos jugando al ajedrez. Mucho se ha escrito sobre la conveniencia de introducir el ajedrez en las cárceles como medio de ayudar a la reinserción de los presos en la sociedad apoyándose en los valores que esta disciplina proporciona. Pionera en este campo es la prisión almeriense El Acebuche donde viene utilizándose como terapia rehabilitadora desde hace tiempo.
Como sea, en la soledad de las cárceles siempre hay reclusos que intentan olvidar su situación jugando al ajedrez. Bien sea en una cárcel de máxima seguridad cubana o en el corredor de la muerte de una penitenciaria norteamericana. Y siempre sin poder ver a su rival.
Como sea, en la soledad de las cárceles siempre hay reclusos que intentan olvidar su situación jugando al ajedrez. Bien sea en una cárcel de máxima seguridad cubana o en el corredor de la muerte de una penitenciaria norteamericana. Y siempre sin poder ver a su rival.
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