La legendaria Atlántida, que Platón situara más allá de las columnas de Hércules y pusiera como ejemplo de buen gobierno hasta que la soberbia de sus habitantes la hizo merecedora del castigo divino, ha sido una constante fuente de inspiración para los artistas de todas las épocas.
Julio Verne, en su Veinte mil leguas de viaje submarino, Jacint Verdaguer, en su poema L'Atlàntida, o Pierre Benoit, en la novela La Atlántida, son algunos de los autores que primero se acercaron al mito del contiente perdido.
La entrada de hoy se va centrar en el último de los citados; más en concreto, en una de las primeras adaptaciones cinematográficas de su obra.
Benoit publicó su novela en 1919 y en ella se aleja de la idea platónica del continente hundido entre las aguas para situar los restos del reino de la Atlántida perdidos entre las arenas del desierto del Sáhara.
Dos miembros de la Legión extranjera francesa, el capitán Morhange y el teniente de Saint-Avit, que van buscando a otros exploradores y militares desaparecidos, se pierden en el desierto y dan con sus huesos en un extraño lugar, los restos del antiguo imperio de la Atlántida, donde reina Antinea, de la estirpe de Poseidón y Clito, como señora absoluta. Tiene Antinea la costumbre de seleccionar sus amantes entre los viajeros perdidos en el desierto, aunque le duran poco porque una vez satisfechos sus deseos les da muerte miserable, los recubre con una capa de oricalco, el no menos legendario mineral sobre el que los atlantes edificaron su imperio, y los deposita en una galería escondida en el interior de su palacio.
La reina elige a Morhange como su nuevo amante pero este permanece indiferente y la rechaza, no así Saint-Avit que padece una inmediata pasión por Antinea. Ésta, despechada, se aprovecha de los celos de Saint-Avit y le induce a asesinar a su amigo. Saint-Avit, horrorizado por su crimen, logra escapar y regresar a su regimiento, donde cuenta su aventura y confiesa su crimen, pero nadie lo cree al suponerle víctima de alucinaciones. La pasión de Saint-Avit se reaviva y decide adentrarse solo en el desierto en busca de Antinea.
Sexo, aventuras exóticas y pasiones desenfrenadas. La historia no podía pasar desapercibida para el mundo del cine. Y no pasó. En 1921, el belga Jacques Feyder estrenó la primera versión cinematográfica, todavía silente. Once años después, G. W. Pabst estrenó la que aquí nos ocupa. Luego, seguirían muchas más.
La versión de Pabst es bastante fiel a su referente literario, si acaso contiene algunos cambios menores (la galería de amantes de oricalco se ha sustituido por un laberinto de pasillos por donde deambulan como almas en pena los amantes desdeñados por Antinea) pero la esencia de la historia es la misma.
Otra novedad en la adaptación de Pabst surge cuando Saint-Avit, interpretado por Pierre Blanchar, es conducido por primera vez en presencia de Antinea. Rodeada de tuaregs, atendida por servidores y esclavos, amenizada por bailarinas exóticas, con la compañía de un guepardo como mascota, Antinea, interpretada por la belleza glacial y turbadora de Brigitte Helm, está jugando al ajedrez.
1. d4 d5 2. c4 e6 3. Cc3 Cf6 4. Ag5 Ae7 5. e3 O-O 6. Ad3 b6 7. Cf3 Cc6 Parte de las jugadas no se han visto en pantalla y parece que las negras han jugado un movimiento de más. Por lo menos yo no atino a llegar mediante jugadas normales a esta posición con un peón negro en a6.
Julio Verne, en su Veinte mil leguas de viaje submarino, Jacint Verdaguer, en su poema L'Atlàntida, o Pierre Benoit, en la novela La Atlántida, son algunos de los autores que primero se acercaron al mito del contiente perdido.
La entrada de hoy se va centrar en el último de los citados; más en concreto, en una de las primeras adaptaciones cinematográficas de su obra.
Benoit publicó su novela en 1919 y en ella se aleja de la idea platónica del continente hundido entre las aguas para situar los restos del reino de la Atlántida perdidos entre las arenas del desierto del Sáhara.
Dos miembros de la Legión extranjera francesa, el capitán Morhange y el teniente de Saint-Avit, que van buscando a otros exploradores y militares desaparecidos, se pierden en el desierto y dan con sus huesos en un extraño lugar, los restos del antiguo imperio de la Atlántida, donde reina Antinea, de la estirpe de Poseidón y Clito, como señora absoluta. Tiene Antinea la costumbre de seleccionar sus amantes entre los viajeros perdidos en el desierto, aunque le duran poco porque una vez satisfechos sus deseos les da muerte miserable, los recubre con una capa de oricalco, el no menos legendario mineral sobre el que los atlantes edificaron su imperio, y los deposita en una galería escondida en el interior de su palacio.
La reina elige a Morhange como su nuevo amante pero este permanece indiferente y la rechaza, no así Saint-Avit que padece una inmediata pasión por Antinea. Ésta, despechada, se aprovecha de los celos de Saint-Avit y le induce a asesinar a su amigo. Saint-Avit, horrorizado por su crimen, logra escapar y regresar a su regimiento, donde cuenta su aventura y confiesa su crimen, pero nadie lo cree al suponerle víctima de alucinaciones. La pasión de Saint-Avit se reaviva y decide adentrarse solo en el desierto en busca de Antinea.
Sexo, aventuras exóticas y pasiones desenfrenadas. La historia no podía pasar desapercibida para el mundo del cine. Y no pasó. En 1921, el belga Jacques Feyder estrenó la primera versión cinematográfica, todavía silente. Once años después, G. W. Pabst estrenó la que aquí nos ocupa. Luego, seguirían muchas más.
La versión de Pabst es bastante fiel a su referente literario, si acaso contiene algunos cambios menores (la galería de amantes de oricalco se ha sustituido por un laberinto de pasillos por donde deambulan como almas en pena los amantes desdeñados por Antinea) pero la esencia de la historia es la misma.
Otra novedad en la adaptación de Pabst surge cuando Saint-Avit, interpretado por Pierre Blanchar, es conducido por primera vez en presencia de Antinea. Rodeada de tuaregs, atendida por servidores y esclavos, amenizada por bailarinas exóticas, con la compañía de un guepardo como mascota, Antinea, interpretada por la belleza glacial y turbadora de Brigitte Helm, está jugando al ajedrez.
La reina invita a jugar al teniente y es en el transcurso de la partida, como hemos visto ya otras veces, cuando se desata la pasión de Saint-Avit. Antinea juega veloz, impasible y segura, Saint-Avit con gran rapidez también pero atormentado y dubitativo.
La novela no contiene esta escena, y tampoco la versión de Feyder, por lo que la idea de introducir el ajedrez como elemento narrativo en la trama debe ser fruto de Pabst y su equipo de guionistas. Aunque en algunas críticas de la película se afirma que la partida de ajedrez conlleva una apuesta en la que el gaje en juego sería la libertad o la muerte de Saint-Avit, nada en la acción sugiere tal cosa. Al contrario, parece evidente que el sentido de la escena es proporcionar un vehículo a través del cual mostrar la pulsión sexual que a partir de ese momento va a condicionar los actos de Saint-Avit. La elección del ajedrez con este propósito no sorprenderá si tenemos en cuenta que nuestro juego se ha presentado como alegoría del amor desde los primeros cantares medievales.
Pero el ajedrez también se ha presentado tradicionalmente como una prueba a superar para el héroe, una prueba que solo el elegido puede resolver satisfactoriamente. Y esto ha sido así desde la aventura del tablero mágico que Lanzarote debe resolver en la "Historia de Lanzarote del Lago" hasta la partida de ajedrez mortal en la que Harry Potter y sus amigos se ven envueltos en "Harry Potter y la piedra filosofal". Puede entenderse, entonces, que la partida de ajedrez representa una prueba de iniciación. Antinea aprovecha la cercanía que proporciona la partida para calibrar a su rival, observar sus reacciones, ver lo que es capaz de dar.
Los distinto planos de la escena nos permiten reconstruir casi a la perfección la partida que están disputando.
ANTINEA DE ATLANTIS vs ANDRÉ DE SAINT-AVIT
D53 GAMBITO DE DAMA
En un lugar no especificado del desierto del Sáhara a principios del siglo XX
8. h4 Ab7 9. Af6 Af6 10. Ah7 Rh7 11. Cg5 Rg6 (Grave equivocación de Saint-Avit, quizá más preocupado en mirar a la reina que al tablero, después de 11... Rh6 el ataque de las blancas tiene pocas posibilidades de prosperar) 12. Dd3 Rh5 13. Dh7 (Aquí las blancas omiten un mate en tres mediante 13. g4 Rg4 14. Tg1 Rh4 15. Dh7#. Seguramente el discurso dramático requería una partida más larga y con un final más espectacular) 13... Rg4 14. f3 Rg3 15. Ce2 (De nuevo las blancas podían dar mate más rápidamente mediante 15. Dc2 seguido de 16. Df2#) 15... Rg2 16. Cf4 (Todavía aquí las blancas podían acabar antes, pero parece que ni la nieta de Poseidón pudo resistirse a dar el mate inmortal) 16... Rh1 17. Rf2 Rh2 18. Th1 Th1 19. Db1 Rh2 20. Dg1 mate.
Después del mate, Antinea se levanta y sin una palabra hace un majestuoso mutis hacia el interior de su palacio. Saint-Avit permanece anonadado delante del tablero. De alguna manera sus problemas han comenzado. Si entendemos la partida de ajedrez como una prueba de Antinea para medir a Saint-Avit, este ha fracasado.
Volviendo a los aspectos puramente ajedrecísticos de la partida, el remate final me resultó muy familiar. Dudo que sea una partida entre ajedrecistas profesionales, el juego negro a partir de la jugada siete es muy deficiente, pero quizá surgiera en una exhibición de simultáneas o esté inspirada en alguna partida real. Las búsquedas que he realizado en las bases de datos de las que dispongo no me han ayudado a resolver la cuestión, así que admito sugerencias.
Como la película es de la época anterior a la generalización del doblaje, Pabst rodó tres versiones simultáneas en alemán, francés e inglés. Para esta entrada se ha trabajado con la versión francesa. Algunos protagonistas repetían en las tres versiones, Brigitte Helm por ejemplo. Otros cambiaban en las distintas versiones. A continuación un fotograma de la versión alemana con Heinz Klingenberg como el teniente Saint-Avit. La imagen procede de la página "Chess in the Cinema".
Después del mate, Antinea se levanta y sin una palabra hace un majestuoso mutis hacia el interior de su palacio. Saint-Avit permanece anonadado delante del tablero. De alguna manera sus problemas han comenzado. Si entendemos la partida de ajedrez como una prueba de Antinea para medir a Saint-Avit, este ha fracasado.
Volviendo a los aspectos puramente ajedrecísticos de la partida, el remate final me resultó muy familiar. Dudo que sea una partida entre ajedrecistas profesionales, el juego negro a partir de la jugada siete es muy deficiente, pero quizá surgiera en una exhibición de simultáneas o esté inspirada en alguna partida real. Las búsquedas que he realizado en las bases de datos de las que dispongo no me han ayudado a resolver la cuestión, así que admito sugerencias.
Como la película es de la época anterior a la generalización del doblaje, Pabst rodó tres versiones simultáneas en alemán, francés e inglés. Para esta entrada se ha trabajado con la versión francesa. Algunos protagonistas repetían en las tres versiones, Brigitte Helm por ejemplo. Otros cambiaban en las distintas versiones. A continuación un fotograma de la versión alemana con Heinz Klingenberg como el teniente Saint-Avit. La imagen procede de la página "Chess in the Cinema".
Imagino dos escenarios:
ResponderEliminar1. La reina Atinea mueve dos veces la misma pieza, ¿cuál de todas? queda en el misterio.
2. Como el Teniente es el invitado, la reina le otorga el honor de hacer la primera jugada, y éste, con un gesto de humildad y caballerosidad juega 1. a6.
Hola Álvaro:
ResponderEliminarLa segunda hipótesis está descartada porque en la película se ve claramente como Antinea juega 1.d4 así que de momento dejaremos el asunto envuelto en el misterio.
Un cordial saludo.